A casi dos años de haberse declarado oficialmente la pandemia del nuevo coronavirus (COVID-19), continúan surgiendo nuevas variantes y, de la mano de ellas, nuevas olas de contagio crean difíciles condiciones en numerosos países. Es doloroso ver la cantidad de personas en el mundo que, privadas de acompañamiento o de apoyo, cargan el peso de haber perdido su salud, sus medios de subsistencia o su sentido de propósito, o que aún no han podido superar la muerte de familiares y de amigos.
Puestos a considerar los hechos y las tendencias que marcan los períodos históricos, no es menos cierto que debemos actuar para que el sufrimiento ante las pérdidas devastadoras no sean el signo de esta época. Lo digo porque estoy convencido de que el factor determinante que habrá de definir el rumbo de la historia no será un virus, sino nosotros, los seres humanos.
Es fundamental crear lazos solidarios a partir de esa conciencia de las interconexiones que esta crisis inédita nos ha permitido entender tan profundamente; y hacer de esa trama solidaria la base de un trabajo colaborativo para hallar salida a la tormenta.
Me gustaría analizar, desde tres perspectivas diferentes, los factores que considero esenciales para superar no solo la crisis del coronavirus, sino también los otros retos que nuestro mundo tiene por delante, y dar paso, de ese modo, a un nuevo capítulo de la historia humana.
La primera es tratar sin rodeos los problemas que esta pandemia ha visibilizado y volver a tejer el entramado social para que sea capaz de sustentar la vida de la población en los próximos años y décadas. Hoy, más que nunca, necesitamos construir una sociedad en que las personas puedan confrontar y superar juntas incluso los problemas más graves, y experimentar conjuntamente la alegría de estar vivas
La segunda perspectiva es forjar una conciencia solidaria que se extienda al mundo entero.
Las medidas de respuesta a la pandemia deben centrarse en promover el trabajo conjunto de los gobiernos para superar la amenaza, y no en los medios para que cada Estado individual pueda sortear la crisis. Los países del G7 deben tomar la iniciativa de negociar un tratado sobre pandemias que estipule protocolos internacionales de respuesta a futuras situaciones de esa índole y desarrolle activamente marcos de cooperación internacional que lo sustenten
En tercer lugar, invito a construir una economía que dé esperanza a los jóvenes y permita a las mujeres vivir con dignidad.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha previsto convocar, este año, un foro multilateral en torno a una recuperación centrada en las personas. Propongo que dicha ocasión dé lugar a que los países prioricen las gestiones para asegurar empleos dignos y humanos para todos, con especial énfasis en mejorar las condiciones laborales de la juventud. Asimismo, estoy plenamente convencido de que la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres son la clave para superar la crisis del coronavirus y construir una economía y un mundo que sustenten la dignidad humana.
También me gustaría ofrecer propuestas concretas en torno a tres áreas temáticas que requieren tratamiento urgente, en bien de las generaciones de hoy y del mañana.
Iniciativas centradas en las Naciones Unidas para superar la crisis climática
La primera área temática es el cambio climático. Cada año que pasa, las calamidades provocadas por los fenómenos meteorológicos extremos se extienden geográficamente y se vuelven más intensas. Durante la COP26, los Estados Unidos y la China acordaron reforzar sus medidas de cooperación en materia de acción climática. Por mi parte, pido al Japón y a la China a pactar un acuerdo similar.
A la vez, insto a que se fortalezcan los lazos colaborativos entre la ONU y las organizaciones de la sociedad civil, y a crear un ámbito dentro de su sistema donde estas, lideradas por los jóvenes, puedan debatir abiertamente sobre la protección integral de los «bienes comunes globales», recursos que todos necesitamos para poder subsistir y prosperar. Un consejo de jóvenes de las Naciones Unidas sería el espacio perfecto para albergar estos debates.
En 2001, se creó un Grupo Mixto de Enlace con el cometido de mejorar la colaboración con miras a implementar la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el Convenio sobre la Diversidad Biológica y la Convención de Lucha contra la Desertificación.
Creo que ha llegado el momento de expandir esta alianza para incorporar y conseguir el apoyo de la sociedad civil. Tengo la convicción de que esto abrirá nuevas rutas para hallar respuestas eficaces al cambio climático.
En marzo, se celebrará en Nairobi una sesión especial de la Asamblea de la ONU para el Medio Ambiente, en conmemoración del quincuagésimo aniversario del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Insto a que, en dicha oportunidad, se apruebe una declaración donde se definan medidas que fortalezcan el tratamiento integral de los problemas ambientales, desde la perspectiva de proteger los bienes comunes globales.
Un entorno educativo saludable para los niños, niñas y adolescentes
La segunda área temática es la educación. Me gustaría elevar algunas propuestas para asegurar y mejorar la oferta de oportunidades formativas dirigidas a la niñez y la adolescencia.
Desde el inicio de la pandemia del coronavirus, el foco global ha estado centrado en la salud pública y en la recuperación económica. No obstante, a la par de estas cuestiones, ha surgido otra grave problemática mundial: los efectos perniciosos que la pandemia ha tenido en la población de edad escolar, con prestaciones educativas interrumpidas y pérdida de oportunidades de estudiar asociadas al cierre de las escuelas. Aún queda un número enorme de jóvenes abandonados del otro lado de la brecha digital, que no disponen de los medios necesarios para continuar su proceso de aprendizaje de manera virtual. No hay cómo insistir debidamente en la importancia de fortalecer la cooperación internacional para asegurar que todos ellos reciban prestaciones educativas continuas e ininterrumpidas.
Otra cuestión relevante en todo el mundo es acelerar la oferta de educación inclusiva, que garantice a los jóvenes con discapacidades el derecho a estudiar y a aprender.
En septiembre de este año, la ONU convocará la Cumbre sobre la Transformación de la Educación. Creo que dicha reunión ofrece una perfecta oportunidad de debatir constructivamente temas como el aprendizaje en contextos de emergencia y la educación inclusiva. El temario también podría incluir la enseñanza para la ciudadanía global como medio crucial para forjar el tipo de conciencia solidaria global que sirva de base conjunta para afrontar la crisis colectiva de la humanidad. Aliento, además, a las partes interesadas a diseñar y adoptar un plan de acción mundial para la educación, el desarrollo y el bienestar de los niños, niñas y adolescentes.
La abolición de las armas nucleares, factor clave para un futuro global sostenible
La tercera área temática que quiero abordar es el imperativo de hacer realidad la abolición de las armas nucleares. Con ese fin, quisiera elevar las dos propuestas siguientes:
Como primer paso, hallar el modo de «desintoxicarnos» de las doctrinas vigentes en materia de seguridad que apelan a la disuasión nuclear.
Este 3 de enero, los líderes de los cinco Estados poseedores de armas nucleares emitieron una declaración en pro de evitar la guerra nuclear y abstenerse de la carrera armamentista. Me permito exhortar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a tomar este pronunciamiento conjunto como base de una resolución que llame a los cinco países poseedores de armamentos nucleares a adoptar medidas concretas para cumplir sus obligaciones de desarme nuclear, estipuladas en el artículo VI del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP).
Además, insto a que se acuerde y se incluya en la declaración final de la Conferencia de las Partes Encargada del Examen del TNP, cuando esta se realice, el compromiso textual de celebrar un encuentro sobre la reducción del lugar que habrán de ocupar las armas nucleares.
En 2023, el Japón será anfitrión de la Cumbre del G7. Propongo que, en coincidencia con este cónclave, se lleve a cabo en Hiroshima una reunión de alto nivel sobre la reducción del papel de las armas nucleares, a la cual puedan asistir también los líderes de países que no integran el G7.
Mi segunda propuesta se refiere al Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN); exhorto una vez más a que el Japón y otros países dependientes y poseedores de armas nucleares participen como observadores en la Primera Reunión de Estados Partes en el TPAN, cuando esta tenga lugar. También sugiero que, en ese cónclave, se establezca el compromiso de crear una secretaría permanente que asegure el cumplimiento de las obligaciones y de la cooperación internacional estipuladas en el TPAN.
Hemos llegado a una etapa crucial en las gestiones para la abolición de las armas nucleares; ahora, llevar a término esta tarea es la forma de cumplir nuestra responsabilidad ante el futuro. Con esta firme convicción, la SGI seguirá promoviendo y expandiendo las redes solidarias de la sociedad civil, con especial foco en los jóvenes, para crear una cultura de paz donde todos podamos gozar del derecho a vivir con seguridad genuina.